Me llamo Allison, tengo 20 años y vivo en el barrio Pedregal. Soy una mujer trans que trabaja en el Metro de Medellín; cuando lo digo en voz alta todavía se me acelera el corazón, no por miedo, sino por orgullo. Llegar hasta aquí no fue fácil: hubo días en los que sentí que no iba a poder, que el mundo no estaba hecho para alguien como yo, pero si algo he aprendido en este camino, es que la perseverancia también se vuelve piel. Mi mamá siempre ha sido mi mayor fuerza. Nunca ha soltado mi mano, ni siquiera cuando yo misma dudaba de mí. Ella me recordó que yo podía ser lo que soñara, y yo decidí creerle.
Mi personalidad es tranquila, sutil, pero quienes me conocen saben que soy fuego suave. Me gusta conversar, divertirme, conectar con las personas, pero también soy muy enfocada. Siempre tengo claro para dónde voy. Cada día que me pongo el uniforme, siento que no solo trabajo en el metro… también sigo construyendo a la mujer que quiero ser. Porque mi capa es la perseverancia: esa fuerza silenciosa que me empuja a seguir, incluso cuando nadie lo nota. Esta soy yo, una chica común, con una historia que se teje en capas unas más visibles que otras, pero todas me han traído hasta aquí.