Me llamo Daniela, tengo 25 años y vivo en San Javier. Mi historia no empezó con aplausos ni escenarios; empezó en silencio, con una infancia arrebatada por la prostitución, una vida que no elegí, pero de la que logré salir bailando. Literal. El arte fue mi salvavidas, mi voz cuando no tenía palabras, mi cuerpo cuando me lo habían quitado. Convertí mi dolor en movimiento y mi historia en fuego. Ese fuego me llevó a lugares que nunca imaginé: hoy participo en una serie de Netflix y Amazon Prime que se llama: El Dinero Nunca Duerme, un logro que todavía me emociona hasta las lágrimas. Cada vez que aparezco en pantalla, siento que le estoy hablando al mundo: que estoy viva, que soy libre y que mi historia merece ser contada.
Mi mamá ha sido la única persona que nunca dudó de mí. Ha estado ahí, incluso cuando yo no sabía quién era. Su amor fue la primera forma de arte que conocí. Ahora vivo entregada a todo lo que me hace vibrar: bailar, actuar, crear contenido para negocios locales o para quien lo necesite, y patinar con la misma libertad con la que me expreso en un escenario. Soy energía pura. Soy esa amiga confiable, la que ríe fuerte, la que abraza con el alma. Mi capa es el arte. No porque me esconda en él, sino porque me revela. Porque a través del arte no solo sané, también aprendí a volar. Y lo que antes me hizo invisible, hoy me hace brillar con toda mi luz.